(Prefacio de la edición en Alemán de 1934)
(…)¿Es el Derecho una ciencia de la Naturaleza o una ciencia moral? Esta pregunta no tiene por qué acalorar los espíritus y la distinción entre estas dos categoría de ciencias se ha operado casi sin resistencia. Ahora bien, se trata solo de facilitar un poco el desenvolvimiento de la ciencia jurídica a la luz de los resultados obtenidos por la filosofía de la ciencias, de tal modo que el derecho deje de ser un pariente pobre de las otras disciplinas científicas y no siga el progreso del pensamiento con paso lento y claudicante.
En realidad, el conflicto no se plantea en torno de la ubicación del derecho respecto de las otras ciencias y sobre las consecuencias que ello trae aparejadas, sino alrededor de la relaciones entre el derecho y la política. Mis adversarios no admiten que estos dos dominios estén netamente separados el uno del otro, dado que no quieren renunciar al hábito, bastante arraigado, de invocar la autoridad objetiva de la ciencia del Derecho para justificar pretensiones políticas que tienen un carácter esencialmente subjetivo, aún cuando de toda buena fe, correspondan al ideal de una religión, de una nación o de una clase.
(…) Algunos declaran con desprecio que la teoría pura no tiene ningún valor ya que se trataría de un vano juego de conceptos desprovistos de significación. Otros se inquietan ante sus tendencias subversivas, que significarían un peligro serio para el Estado y su derecho, y dado que se mantiene al margen de toda política, se le reprocha a menudo alejarse de la vida y por tal razón carecer de todo valor científico. También se pretende frecuentemente que no es capaz de mantener hasta el fin sus principios de método y que es solo la expresión de una filosofía política particular.
Pero ¿Cuál? Para los fascistas la Teoría Pura se vincula con el liberalismo democrático. Para los demócratas liberales o los socialistas abre el camino para el fascismo. Los comunistas la rechazan, puesto que sería una ideología inspirada el estatismo capitalista, mientras que los partidarios del capitalismo nacionalista ven en ella la expresión de un bolcheviquismo grosero o de un anarquismo disimulado. Otros creen reconocer en ella las características de una teoría protestante del derecho y del Estado. Pero también tiene adversarios que la condenan por su ateísmo. En una palabra, no hay ninguna tendencia política de la que no haya sido acusada la Teoría pura del derecho. Ésta es la prueba -ella misma no podría darla mejor- de que ha sabido conservar su carácter de teoría «pura».