Aprendizaje, alieneación y filosofía del Derecho

Por J.M. Delgado-Ocando

(1928-2014)

Quiero plantear el problema de alto índice de aplazados en la Facultad de Derecho y, especialmente, en la asignatura Filosofía del Derecho, desde el punto de vista de las ideas de Semana y Merton sobre la alienación y la anomia. En efecto, la sociedad que fomente ciertos fines considerados como legítimos, pero no fomente, al mismo tiempo, los medios más adecuados para alcanzarlos, provoca que sus miembros prefieran el procedimiento más eficaz, legítimo o no, a la conducta prescrita por las instituciones.

 El desajuste objetivo entre los fines culturales y los medios institucionales crea el fenómeno de la alienación, el cual se revela, subjetivamente, en términos de impotencia y de disminución de la capacidad de aprendizaje.

El sentimiento de impotencia no está referido a los valores de un individuo ni a su grado de satisfacción, sino a la impresión que éste tiene de poseer o no un cierto control sobre sus posibilidades de autorrealización y de enriquecimiento personal. Este sentimiento de impotencia se relaciona con la capacidad de aprendizaje. Cuando el individuo se siente impotente para alcanzar los fines que la sociedad exalta suele renunciar también a todo aprendizaje referido a los problemas cuya solución está muy alejada de sus posibilidades de influencia.

Los individuos que tienen este sentimiento de impotencia podrán decir: ¿Para qué aprender? ¿Para qué sirve eso? Como dice Alain Touraine, el sistema social en que se encuentra el actor puede imponer sus condiciones propias.»Si la escala de gratificaciones y la escala de remuneraciones no se corresponden, esta discordancia es sentida como una agresión. La escuela da a los niños una imagen del éxito basada en el aporte individual y la sumisión a las reglas, que luego no es verificada en la vida económica, dónde la posesión del capital, la manipulación de los otros y la voluntad de enriquecerse conducen al éxito económico con más frecuencia que las cualidades únicamente profesionales».

La disminución de la capacidad de aprendizaje (la cual es obvia en los cursos de Filosofía del Derecho) resulta determinada además por la sensación de que, entre los esfuerzos inútiles exigidos por la carrera del Derecho para alcanzar un éxito que no depende aprender ni de saber nada, el estudiar Filosofía del Derecho es una tarea ominosa y vana.

Pienso que en las peripecias del estudio de una simple asignatura universitaria se plantea, de cuerpo entero, toda la crisis de la sociedad de nuestro tiempo: alienación irredimible de un estilo de vida social que hace del provecho económico el único criterio para medir el sentido de la vida.

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